Bitácora periodística de Verónica Rodríguez

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La Educación para la Defensa Integral de la Nación busca continuar la tradición militarista

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La Gaceta Oficial Nº 39.641 incorpora principios militares como eje transversal de la educación

Para algunos, la incorporación de milicianos en el Sistema Educativo Nacional responde a una necesidad de renovación de la educación; otros, en cambio, lo ven como una manera de dar continuidad a la tradición militarista, mediante el secuestro ideológico de las mentes de los más jóvenes

Verónica V. Rodríguez G.

Desde finales del mes de marzo, la educación ha sido nuevamente blanco de discusiones y polémicas. Una vez más, la intervención del sistema educativo por parte del Estado vuelve a preocupar a estudiantes, padres, representantes y a la sociedad venezolana en general. El día 24 de ese mes, se aprobó en Gaceta Oficial N° 39.641 la resolución en la que se incorpora la Educación para la Defensa Integral de la Nación (EDIN) como eje integrador del Sistema Educativo Nacional (SEN): “La Educación para la Defensa Integral debe transversalizar el Sistema Educativo Nacional, a los fines de promover, integrar y facilitar la participación social en la defensa de la soberanía, la identidad nacional e integridad territorial, en coordinación con los órganos nacionales con competencia en materia educativa”.

Para algunos, la medida responde a una necesidad imperativa de renovar el sistema educativo de acuerdo con los nuevos tiempos; de hecho, así lo establece la mentada resolución. Otros, en cambio, apoyan la tesis de que lo que se propone, más bien, es implantar un sistema de ideologización, para “atrapar” la mente de los más jóvenes, inculcándoles ideas militaristas. En un país cuyo panteón está repleto de héroes guerreros, no es extraño que los valores de ese heroísmo militar se perpetúen, hasta encumbrarse en el discurso político actual. Desde hace algún tiempo, incluso la educación que se imparte en las escuelas ayuda a reafirmar la primacía de lo heroico militar.

El presidente Hugo Chávez es hoy uno de los mayores exponentes de ese mesianismo militar. Todo su discurso está plagado de referencias al pasado nacional guerrero y durante su gestión se ha empeñado en militarizar todos los ámbitos de la vida pública de la sociedad. Pareciera que como parte de esa estrategia gubernamental surge la propuesta de incluir milicias en el SEN, con el fin de asegurar el cumplimiento de lo establecido en la gaceta del 24 de marzo.

Reestructuración del sistema educativo

Las protestas en contra del gobierno de Chávez comenzaron a partir de la aparición del decreto 1.011, en octubre del año 2000. Aquélla fue la primera ocasión en que se intentó reestructurar el sistema educativo. Con la consigna “con mis hijos no te metas”, inició  una lucha por mantener el mandato constitucional que determina que la educación “está fundamentada en el respeto a todas las corrientes de pensamiento” (artículo 102); por lo que encasillarla dentro de una doctrina particular viola la Carta Magna.

Nancy de Martín, miembro de Fenasopadres, advierte: “El decreto 1.011, la reforma del currículo, la reforma a la Ley Orgánica de Educación, las guerrillas comunicacionales y la reciente reforma de la Ley de Universidades son intentos de usurpar la educación para mantener el control de la sociedad”.

La pretensión de intervenir la educación ha estado presente casi desde los inicios del mandato de Hugo Chávez. Ya desde el año 2004, cuando se hizo público el Nuevo Mapa Estratégico de la Nación, el gobierno buscaba promover la educación bajo principios militares. Entre los diez objetivos estratégicos que se plantearon entonces, se incluye “la educación de la población en materia de principios militares, de disciplina y amor a la patria y obediencia”.

Los adeptos al oficialismo, entre ellos algunos diputados del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), alegan que en Venezuela ha sido normal la educación militar desde el año 1985, cuando se introdujo la instrucción pre-militar como experiencia piloto en algunos liceos del país.

Al inicio del actual gobierno, Héctor Navarro, quien fuera ministro de Educación, extendió la instrucción pre-militar a todo el SEN. Ante las crecientes críticas, el ministro tuvo que corregir el programa de estudios, eliminando aspectos que se incluían en la experiencia piloto; como la práctica de orden cerrado, el manejo de armas y la visión geopolítica asociada a la doctrina de seguridad y defensa nacional.

Olga Ramos, analista de políticas públicas en educación y presidenta de la organización Asamblea de Educación, considera que aquella resolución firmada por Navarro “fue el primer intento de este gobierno por generalizar un componente militar en la formación ciudadana”.

Un cuerpo militar pretoriano para manejar la educación

Ya en el año 1999, decía el historiador Rafael Arráiz Lucca (en su libro El recuerdo de Venecia y otros ensayos): “En Venezuela no educamos con el ejemplo de los ciudadanos sino con el ejemplo de los héroes militares… aquí a los niños se les alienta con la búsqueda del poder, de la gloria de los héroes armados”.

En doce años la situación que denunciaba Arráiz no ha mejorado; todo lo contrario: la preocupación de padres y representantes aumentó desde que se conoció que la tarea de incorporar la EDIN en la educación estará en manos de una rama no profesional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), compuesta por militantes del partido de gobierno: la Milicia Nacional Bolivariana (MNB).

La MNB viene a ser el quinto componente de la FANB, pero no es una rama que se contemple en la Carta Magna; de ahí la renuencia de la sociedad civil ante tal medida. La psicóloga Colette Capriles alerta sobre esta figura: “Las milicias son un artefacto contrario a lo militar y su creación muestra que el espíritu de cuerpo de los militares no ha sido completamente doblegado. Por lo tanto, se hace necesario, para salvaguardar el poder personal del Presidente, crear esta guardia pretoriana que depende exclusivamente de su persona, al margen de la cadena de mando institucional”.

La delegación del cumplimiento de introducir la Defensa Integral de la Nación en la educación en la figura de la MNB representa una usurpación de funciones. Lo que se busca con esto es convertir la escuela en un cuartel, que permitirá a largo plazo el secuestro ideológico de los más jóvenes. Con ello, se le está confiriendo a un cuerpo armado paralelo al Ejército la función de educar.

La abogada Rocío San Miguel, especialista en seguridad y defensa, advierte que “la Ley Orgánica de Educación establece que solamente docentes pueden impartir educación en los planteles educativos venezolanos”. Propone, entonces, dejar en manos civiles la tarea de enseñar sobre defensa. “Si hace falta ahondar en Geografía, que vengan civiles a enseñar Geografía. Si hace falta ahondar en Historia de Venezuela, hay numerosos profesores, incluso muchos de ellos desempleados, que pueden ahondar en esa dirección. Los universitarios pueden colaborar en el fortalecimiento de la defensa integral de la nación, enseñando lo que significa la venezolanidad, la defensa integral territorial”, añade.

Oír un extracto de la entrevista con Rocío San Miguel:

El mito heroico-bélico

La intromisión de la FANB en asuntos de la vida pública nacional responde al carácter militarista del actual régimen. Sobre esto, dice el historiado Germán Carrera Damas (en una entrevista del diario El Nacional, del 22 de mayo): “Los militares son orgánicamente incapaces para manejar lo civil; igual que yo, como civil, soy incapaz de manejar un ejército. Lo civil se maneja sobre la base de la negociación, mientras lo militar se sostiene en la obediencia. Cada quien sirve para lo que se ha formado”.

La dificultad de distinguir los límites de lo civil y lo militar está profundamente enraizada en el imaginario nacional. Esto se entiende porque de los 200 años de vida republicana en Venezuela, al menos 160 han transcurrido bajo gobiernos militares. “A lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, violencia y militarismo, en vez de política, han sido una constante en Venezuela”, razona Ana Teresa Torres, en La herencia de la tribu.

En el siglo XXI la situación no es tan distinta. Jacqueline Clarac, en La enfermedad como lenguaje en Venezuela, asegura que el pueblo venezolano “vota ‘democráticamente’ pero cree  a nivel de la representación sobre todo en la efectividad de los militares en el mando de la nación».

Explica Colette Capriles sobre la situación actual: “La presencia activa de militares en el gobierno y el predominio del discurso bélico son un hecho: vivimos bajo un régimen militar; no necesitamos remontarnos a nuestros mitos para afirmarlo. La reconstrucción mítica del pasado, entendida como una operación legitimadora de ciertos regímenes, ha funcionado para negar la historia y convertirla en un relato de aventuras bélicas”.

En ese sentido, el sacerdote salesiano Alejandro Moreno, director del Centro de Investigaciones Populares, sugiere que el proyecto de los militares “ha sido tradicionalmente, militarizar a la sociedad: disciplinar al venezolano; y por disciplina sólo entienden el régimen militar”. Sin embargo, asegura que la mitificación de la guerra es “un sentimiento vago de orgullo nacional inducido; ahora tratan de hacerla valer, pero no lo van a lograr. La experiencia pacífica y civil de medio siglo no pasó en vano”.

La ampliación de las funciones castrenses a espacios tradicionalmente civiles parece ser una estratagema para imponer la permanencia en el poder del actual presidente. Así lo manifiesta Colette Capriles: “Independientemente del enorme peso que tiene el mito heroico-bélico, la educación militar que se está diseñando tiene más que ver con formas encuadradas de lealtad a la persona del presidente y con el control político de la juventud”.

Sobre esto, escribía Tulio Hernández, articulista de El Nacional, el 10 de abril, alegando que lo que el Presidente está forjando no es más que “un colectivo que lo obedezca ciegamente en nombre de la defensa de los más altos valores de la patria. Una sociedad de gente uniformada”.

Invasión militar de los espacios civiles

La usurpación de funciones va incluso más allá, si se considera que la resolución que establece la incorporación de milicias al SEN fue promulgada desde el Ministerio del Poder Popular para la Defensa. Ningún actor administrativo dictado por un ministerio diferente al de Educación puede modificar el sistema educativo.

La EDIN se basa en la Doctrina de Seguridad y Defensa Nacional, una doctrina de guerra que identifica como potencial enemigo a todo lo que esté más allá de las fronteras nacionales. Por tratarse de principios que definen las acciones de política exterior del país, podría incorporarse como parte de los programas de Ciencias Sociales; pero incluirlo como eje transversal de la educación en general distorsionaría el perfil educativo establecido en la Constitución Nacional.

Olga Ramos considera tal imposición como una “invasión de los espacios civiles”. “Además de buscar que todos los venezolanos nos convirtamos en potenciales milicianos para la defensa de la patria −dice−, se busca que todos pensemos y actuemos como lo dicta la doctrina”.

Rocío San Miguel destaca que el concepto de defensa ha sido mal entendido por quienes redactaron la resolución, pues se equipara con una “militarización de la sociedad”. “Uno de los avances de la Constitución del 99 −insiste− fue el artículo 134, que impone deberes a todos por igual, dejando a nuestra elección ejecutarlos desde la vertiente civil o militar”.

La educación no castrense ligada directamente a lo militar es un sinsentido, así lo apunta San Miguel. “Las Fuerzas Armadas de todos los países del mundo −dice− monopolizan las armas y la violencia, están conceptuadas incluso para hacer uso mortal de la fuerza”. Por lo que sentencia que “este tipo de docencia no puede ser impartida en todo el sistema educativo nacional”.

Ramos apoya la idea de una renovación profunda del sistema educativo en busca de adaptarse a las nuevas tecnologías y a las realidades cambiantes, pero advierte: “Eso nada tiene que ver con la generación de una cultura de guerra y del uso de las armas, sino que debe estar centrado en una cultura de paz, de intercambio… Ni una bala, ni un fusil; más escuelas, pelotas, lápices, computadoras, cuadernos, libros, comida, Internet…”.